Las caras de la Luna

Las caras de la Luna

martes, 4 de junio de 2013

Vacaciones en Chicorystán



Vacaciones en Chicorystán (Cuento didáctico humorístico)

Todo empezó una calurosa mañana de agosto. Era, como para muchos el comienzo de las vacaciones. Ese año había decidido quedarme en casa y, contrariamente a otros años, había dispuesto poner un poco de orden en mis asuntos domésticos y profesionales..."

Mi nombre es Florencio Vidal. Soy fisioterapeuta y desde siempre me han atraído las terapias naturales: las flores de Bach, homeopatía, reiki, etc. Tengo 35 años y en este momento no tengo pareja. Me interesa todo lo que tenga que ver con el crecimiento personal.

Nací en Barcelona y vivo y trabajo aquí. Me defino como un chico normal, aunque algo tímido e introvertido, con algunos problemillas de comunicación.

Soy un fan de vuestro boletín y he aprendido muchas cosas de él, aunque no conozco prácticamente las flores. Las he tomado un tiempo y me fueron bien. Creo que me dijeron que era Mimulo o Ceratostigma, o tal vez Brote de Castaño o algo así.

He leído en algunas revistas y periódicos, que la gente cuenta sus experiencias y vivencias relativas a sus viajes estivales. A veces son positivas y otras no tanto pero, en cualquier caso sirven para animar o prevenir a otras personas. En suma, todo constituye un aprendizaje que es para lo que hemos venido a este mundo, ¿no os parece?. Así, que he debido vencer mi miedo inicial a posibles represalias y os ofrezco mi testimonio.

Todo empezó una calurosa mañana de agosto. Era, como para muchos el comienzo de las vacaciones. Ese año había decidido quedarme en casa y, contrariamente a otros años, había dispuesto poner un poco de orden en mis asuntos domésticos y profesionales. En fin, ya se sabe, "cosas de utilidad". A los pocos días me dí cuenta de la cruda realidad: una suerte de inercia de "chico malo", me llevaba a dormir demasiado y permanecer aletargado en algunos automatismos bastante reprochables: televisión, cerveza, más televisión, vídeos... Ni siquiera el best seller del Swami Marikananda titulado"Libera tu mariposa interior" Ed. Caricias, Barcelona, 1996; me interesó lo más mínimo, sino que por el contrario me sumió en la perplejidad.

Un día leí en un Cuerpo Miente un anuncio que podía cambiar mi vida y ayudarme a salir del círculo vicioso en el que me encontraba: la oferta decía más o menos así: <<Déjate cuidar. Dale sentido a tus vacaciones. En un marco natural de incomparable belleza, encuéntrate a ti mismo. Disfruta de nuestro taller vivencial de amor y autoestima: actividades al aire libre, talleres, conferencias, etc. Impartido por grupo EMA>> Nunca había oído al mencionado grupo, pero después de una corta reflexión me decidí a llamar, al fin y al cabo no era mala idea combinar vacaciones en el campo con alguna actividad de provecho. EMA significa El Mimo Acogedor, con sede en Chicorystán, a 60 km de Barcelona.
Al precio parecía razonable y enseguida me enviaron por fax un plano detallado para acceder a la casa, ya que se trataba de un sitio apartado. "Mejor", pensé para mis adentros.

Como soy despistado por naturaleza no me resultó fácil llegar. En realidad ellos (o mejor debería decir ellas) se ofrecieron a recogerme en algún punto del recorrido o incluso en Barcelona, pero yo decidí ser autosuficiente. Además no quería depender de nadie para mi regreso.

Si bien en el mapa la avenida de los Mártires del Sacrificio venía bien señalizada, la urbanización No me Olvides quedaba en un galimatías de cuestas y curvas, por lo que decidí llamar desde el móvil. A los 5 mimutos un todoterreno con tres mujeres en su interior aparcó junto a mi coche: la cosa no empezaba mal.
-Cariño, pobrecito, ¿lo has pasado demasiado mal?- me preguntó estampando dos sonoros besos en mi cara.
-Eh... No...- contesté algo aleladamente.
La familiaridad y cordialidad en el trato me sorprendió un poco pero no me produjo rechazo... todo parecía muy natural.
-Yo soy Mami- se presentó la que parecía llevar la voz cantante.

Se trataba de una mujer de unos 50 años, bastante entrada en carnes, y con una sonrisa que me pareció algo extraña. Sus dos acompañantes, más jóvenes, reían y asentían con bastante pleitesía cada cosa que Mami decía. Una de las "ayudantes" subió a mi coche y seguimos el de Mami. No habrían pasado más de 30 segundos cuando mi acompañante preguntó:
¿Qué te parece?

-El qué?>> contesté .

-Ella-.
Ese Ella sonó de una forma especial, como si de pronto hubiera sacado una enorme pancarta, como si se estuviera refiriendo a una deidad.

-No sé, me parece agradable, todavía no la conozco-

Como no quería parecer receloso no añadí nada más.

-Es que Ella es tan divina, tan perfecta, me ha ayudado tanto...- añadió mientras ponía sus ojos casi en blanco y juntaba sus manos en actitud reverencial.

-Sin Ella y Megamami no sé que sería de mí. –

-¿Megamami?- inquirí curioso.

-Sí, es nuestra guía, nuestro guru, EL AMOR encarnado-.
Algo se interrumpió en mí. "¿No será una secta?" me pregunté preocupado. Pero decidí posponer mis reparos hasta sacar una conclusión propia. Al fin y al cabo, era muy posible que mi acompañante estuviera un poco confundida, ya me entendéis.

Al poco apareció la casa. Se trataba de una construcción antigua pero muy señorial. El acceso estaba jalonado de mimosas y flores, muchas flores...
 
-¡Deprisa, deprisa, querido!…- suspiró Mami algo imperativamente mientras estiraba de mi brazo hacia un pequeño despachito.

-Dentro de poco será La Plegaria-
Una chica joven y muy delgada, que llamaremos Cenicienta nos recibió con voz tenue y entrecortada. Sin duda Mami imponía.

-¿Qué significa, La Plegaria? Inquirí algo inquieto. Porque yo… lo que se dice religioso…- Bajé mucho el tono de esta segunda frase, como si estuviese revelando algo indigno, en cierta forma pecaminoso.
–No tontito- dijo Mami mientras acariciaba maternalmente mi espalda.
–Es una meditación guiada que hacemos todos los días. Ya verás lo bien que te sientes-

Cenicienta sonreía tímidamente y agitaba la cabeza afirmativa y rápidamente, como si de un ejercicio de aerobic se tratase.

-¡Rápido! Ordenó Mami.
-Explícale a Floren todo lo que necesita saber- espetó.

-Tendrás que perdonarme, añadió girando su cabeza hacia mí, pero debo preparar la ceremonia. En esta casa todo lo tengo que hacer yo- sentenció con un gesto desdeñoso pero sin perder la sonrisa.
“Floren”… Desde que era un niño nadie me llamaba así. De hecho sólo mi madre, que en paz descanse, utilizaba esta forma de abreviar un nombre algo rimbombante como Florencio. De alguna manera aquel niño inquieto y triste fue convocado en ese momento. Una sensación de nudo melancólico tomó posesión de mi garganta por algunos segundos… Fue la tenue voz de Cenicienta la que me trajo de nuevo a la realidad.

–Esto es una gran familia. Aquí tienes, Florencio, entera libertad para hacer lo que quieras, pasear, meditar. No estás obligado a participar en ninguna actividad que no quieras…- Cenicienta dejó de hablar haciendo una pausa misteriosa, para añadir con gran pasión y casi bordeando el llanto:
-Pero es que Mami y Megamami… ¡Han puesto tanto amor en este proyecto!-

La habitación era confortable, sencilla pero agradable y cómoda. Me estiré un momento en la cama mientras ojeaba un tríptico del grupo EMA (El Mimo Acogedor) y el programa de actividades. Verdaderamente no podían pretender que uno estuviese presente en todas ellas. Al menos parecía incompatible con un programa mixto de “pulular a mi aire, picoteando algo de la oferta”.
Hasta donde recuerdo era más o menos así:

* 8:00 hs plegaria.
* 9:00, desayuno.

* 10:00 a 12:00: Libera la Flor de tu Niño Interior (taller vivencial al aire libre).
* 12:00: De la Mano con Mami… sabrás lo malo que es papi (asesoría emocional personalizada).

* 13:00 a 13:15: Actividad libre supervisada.
* 13:15 a 14:00 Te lo digo por tu bien (conferencia a cargo de Megamami).

* 14:00 hs: Comida.
* 15:00 hs: A la cuna con Mami (relajación guiada por Mami).

* 16:00 hs. Caminando con el corazón en la mano (excursión al campo).
* 18:00 hs. Teatro Terapéutico: La Casa de Bernarda Alba.

* 20:00 hs.¿Cómo te sientes? (taller de llanto guiado).
* 20:30 hs. Plegaria.

* 21:00, hs.Cena.
* 22:00 hs: Charla-Presentación del libro de Megamami: Yo sí que sé lo que te conviene”.(Dil Cuore Editores).

La verdad que el programa no era lo que pensaba. Encontré todo un poco (tal vez demasiado) reiterativo. Además, parecía como una especie de club de dependencia emocional. Yo esperaba algo como Tai Chi, respiración, más meditación, no sé... De cualquier forma, pensé, siempre podría ir a mi aire. El entorno paisajístico era bellísimo, el aire puro. Sin duda conocería gente más afín con mi manera de ser.

Unos enérgicos golpes en la puerta interrumpieron mis reflexiones:
-Floren, cariño, ¿Estás bien?- Era Mami en persona que me abrazó con fuerza a la vez que estampaba dos sonoros besos en mis mejillas.

–Eh… sí…- respondí con falso aplomo.

-¡Vamos, que llegamos tarde a la plegaria!
-Es… que yo… preferiría…- balbuceé con poca convicción

-¡Vamos!- repitió arrastrándome del brazo.
Un grupo de personas bastante variopintas aguardaban en círculo cogidas de la mano. Entonces la vi. Ya había visto su foto en varios sitios de la masía: Era Megamami. Pesaría no menos de 150 kg. Excesivamente maquillada con un gran moño coronando su cabeza. Rondaría los 70 años. De pronto me di cuenta que descansaba sobre una silla de ruedas. Enormes michelines cubiertos de ropa sobresalían tabicados por el frío acero de la silla, formando una extraña amalgama. Sentí una enorme compasión por aquella venerable mujer. Sobre todo cuando con una voz sin oxígeno y una acogedora sonrisa me hizo aproximarme a ella y cogió mis manos poniéndolas sobre su corazón. Bueno, sobre sus enormes pechos, diría para ser más exacto.

-Bienvenido, Floren, a mi casa, tu casa… Te lo digo con el corazón en la mano.
-Gracias, Megamami- contesté de forma reverencial, consciente de que todos me observaban con expectación y envidia.

Mami aprobó con un triunfal gesto de orgullo. Fui situado entre dos asistentes y cogí sus manos mientras me sonreían afablemente. Bajaron las luces hasta una penumbra muy cálida. Entonces percibí el agradable olor del incienso. Al poco una especie de lamento, que adiviné proviniente de donde Megamami estaba, fue subiendo de tono hasta que percibí lo siguiente: Mmmm mmmm mami padme hum…. Sin duda un mantra que todos empezamos a repetir.
La ceremonia duró algo así como media hora. Al final, Mami se acercó y me dijo agitada:

–Lo he visto-
-¿Qué?- inquirí inquieto.

-Tienes un gran poder dentro de ti. Eres de los nuestros. ¿Pero no lo sabías?...-
-No… Pero ¿Cómo?.

-Ya se que es increíble pero nos conocemos de otra vida-
¿Quéeeee?

Mi estupefacción iba en aumento, al mismo tiempo que un frío polar empezaba a subirme por la espalda.
-Sí.Sí…Lo sabes…- Eras un sumo sacerdote egipcio- ¡Es muy fuerte!.. Yo… soy…Tu mujer… -

-Tienes un gran poder y un gran amor- prosiguió tocando mi pecho. ¡Tienes que sacarlo, ayudar a la gente!-
-Peerooo cómo, si yo…-

-Si, siii, cariñito, yo te ayudaré. Será muy fácil. Eres especial. Esta circunstancia se da una vez entre un millón. Confía. Ya verás cuando Megamami lo sepa… Bueno, seguro que ya lo sabe-
No recuerdo qué pasó entre esta revelación y el verme sentado en la mesa, donde todos comían animadamente, entre risas y palabras.

Volví a sentirme como el Floren aquel de la infancia. Mami me acariciaba la nuca y ponía comida en mi plato y en ocasiones llevaba el tenedor a mi boca.
Al poco estaba saciado, pero Mami hacía que ya fuera por el tercer trozo de pastel de chocolate.

-Lo he hecho yo…Con todo mi amor. Para ti, Floren…-
Todavía estaba estupefacto por el episodio anterior. Una mezcla de miedo y alegría se alternaban en mi interior en extraña combinación. Sentía como si la vida fuera diferente a partir de ahora. Tal vez tenía una misión…

-Es mejor que descanses, Floren. Son demasiadas emociones para un solo día- dijo Mami solícita.
Me acompañó hasta la habitación despidiéndose de mí afectuosamente. Estaba casi dormido, cuando se abrió la puerta lentamente. Hice ver que dormía pero con los ojos entreabiertos pude ver la voluminosa silueta de Mami ajustándome bien la manta, a la vez que me susurraba al oído:

-Duerme, amor, que sueñes con los angelitos-
Intenté reflexionar sobre todo lo que había pasado, pero un dulce sueño fue meciéndome y tomando el mando de mi persona. Por el hilo musical se oía aquella vieja melodía… Oh, mami, oh, mami mami blu…oh mammi blu…oh, mammi…


En los días sucesivos los acontecimientos se precipitarían ominosa y dramáticamente.
Si bien los cuidados de Mami me confortaron en un primer momento, su insistencia en ocuparse tanto de mí me desconcertó. Creo que el hecho de hacerme sentir, después de su “conexión con otras esferas”, especial (nada menos que un sacerdote egipcio), me sacó de mi propio anonimato para percibirme, por un momento, importante. Otra forma de decir que halagó mi mermada autoestima, pero al mismo tiempo me hizo sentir como si hubiera firmado con ella una especie de documento inalterable, algo así como un contrato en exclusiva de mejora personal que le otorgara la exclusividad de dirigirme y supervisarme de forma asfixiante.

-Floren, decididamente te veo muy desmejorado, hijito-
-Peroooo...-

-Sí, Floren sí... Estás extremadamente delgado-
-¡Si me sobran lo menos 8 kilos!-

-No, Floren, no. Yo sé lo que es bueno para ti-
Mi desconcierto inicial fue seguido de un arrebato épico de heroísmo. Sólo me permitiría uno definitivo varios días después, pero no quiero alterar la cronología de los acontecimientos.

-¡Ni hablar, no, no, no. No pienso volver a Barcelona RODANDO!- dije chillando como no recuerdo haberlo hecho antes en mi vida.
Un silencio frío y espantoso llenó la habitación. Tal vez no duró más de un segundo. La voz de Mami sonó como una detonación seca, metálica, preñada de un mensaje que anunciaba el fuego y el apocalipsis:

-A Megamami no le va a gustar- sentenció.
Acto seguido abandonó el pequeño recinto donde estaba con rapidez. Si bien me sentí mejor después del desplante, al poco una tristeza culposa se apoderó de mí por completo. Un nudo amargo y cruel estrechó mi garganta pecadora. Al fin y al cabo, son amorosas, pensé. Podría haberme negado de forma más cortés. Debería ponerme en su lugar. Bueno, me disculparé, ¡Si señor! ¡Me comportaré como un caballero!

Sin embargo, no vi a Mami en la mesa. Los compañeros me miraban recelosos y rehuían el contacto directo conmigo. Finalmente, una de las chicas que acompañaban a Mami en el todoterreno del primer día vino sonriente hacia mí, cosa que me produjo un alivio inmediato.
-¿Qué ha pasado, Floren?- su cara se puso tensa y seria.

-¿De qué?- contesté un poco temeroso.
-Con Mami, Floren, con Mami- musitó.

-Nada, simplemente le he dicho que no quería engordar... más-
-Le has hecho mucho daño. Verás, Mami está muy delicada del corazón.Ahora mismo está llorando y tenemos miedo de que se le agrave la angina de pecho que sufre- dijo, como si de la lectura televisiva de un parte médico fatal se tratase.

Mi sensación de culpa fue tan fuerte que solo atiné a pensar “Floren chico, ¡La has cagado!, verdaderamente”.
-No.... era ... mi.... intención... ehnnn....- Balbuceé al borde del llanto.

-Pero es que ella lo da todo por los demás-
-Mmmmm- gimoteé.

-Me disculparé. Comeré más. Me comeré todo- dije llorando.
-Bueno, Floren, veo que tu arrepentimiento es sincero, tal vez ella te pueda perdonar- dijo piadosamente.

-Gracias, gracias- suspiré enjugándome las lágrimas.

Mami asistió a la plegaria, aunque se mantuvo alejada de mí. La miré varias veces buscando el perdón, pero ella se llevó la mano al corazón moviendo la cabeza negativa y moribundamente. Después de la ceremonia, Cenicienta me dijo que Megamami quería hablar conmigo.
La habitación era grande y acogedora. La luz, tenue y tamizada, corría a cargo de algunas lámparas de sal y velas, muchas velas... Ella estaba sentada en un gran sofá como turco, indio, no sé. Sin la silla de ruedas del primer día... Su silueta enorme se agigantaba todavía más por la penumbra. El aroma a incienso era contundente...

-Hijo, qué alegría, acércate- susurró en un gemido asmático casi inaudible.
A una señal, un sirviente africano enorme y musculoso cogió mi hombro desde las alturas y me condujo hasta la deidad viviente.

-Hola, Megamami- susurré entrecortadamente.
En ese instante viajé en la línea del tiempo al pasado. Haría 30 años de esto. Estaba frente a mi maestra, lloroso y atemorizado, acusado de haber pegado a otro niño. La señorita, seria, estaba a punto de emitir una sentencia seguramente condenatoria... Recuerdo el corazón latiendo desenfrenado, el aire colándose a raudales por mi nariz, la boca, un sabor metálico....

-Ven corazón- dijo amorosamente.
Entonces me reclinó estirado boca abajo sobre sus piernas y mientras con una mano me acariciaba la cabeza, con la otra me daba suavemente en las nalgas.

Oí algún movimiento por detrás. El sirviente, a quien denominaremos Nelson, hablaba con alguien. Creí escuchar una palabra apenas esbozada, algo así como ¿“tratamiento”?. Megamami contestó suavemente: -No, aún no-.
Después de la “sesión” me retiré a la habitación en un estado de paz y relax indescriptible. Cuando entré en el cuarto percibí la presencia de Mami. Me ayudó a desnudarme y me metió en la cama. Apenas me llamó la atención percibir mis manos y pies como si fueran pequeños, como si hubiese menguado, retrocedido a la infancia.

Sentí a Mami tierna, como un enorme globo de humanidad perfumado, entrañable y protector. El sueño sobrevino enseguida.
El día siguiente fue complicado. Mami no me dejó ni un instante, me estuvo reprochando continuamente lo que había hecho y no supe negarme a ninguna de las actividades terapéuticas que me propuso: llantos guiados, lecturas de vidas pasadas, relajaciones, regresiones, visualizaciones, etc. Al final estaba tan agobiado como en la mili, aunque sin gritos, claro. La verdad que no tuve mucho tiempo para pensar.

Al otro día me levanté de muy mal humor, al fin y al cabo yo no había venido para que me hiciesen ninguna terapia, sino más bien en busca de un entorno apacible para descansar, reordenar mis pensamientos, pensar en nada quizás. En este contexto, algo de intimidad era más que deseable. Finalmente comprendí que nada de eso era posible en Chicorystán: todo debía ser hecho en grupo y eran ellas las que pensaban y decidían por uno. Si no llorabas continuamente y te abrazabas con todos como si no los vieras desde hacía 40 años, sin duda eras un ente frío y psicopático, probablemente un engendro expulsado de una galaxia extraña y gélida. Pero la gota que colmó el vaso fue cuando empezaron a explicarme que en realidad entre nosotros había gente de otro planeta (naturalmente más evolucionado), dispuesta a ayudar, que canalizaban, que a lo mejor estaban más cerca de lo que creíamos, quizá ellos mismos, un plan de salvación... Decidí entonces que la historia había llegado demasiado lejos. Desde luego, si el tratamiento hubiera sido contra la inseguridad había funcionado, porque me sentía capaz de cantarles cuatro cosas...
Así que todo el día siguiente me mostré hosco y contestatario. Los intentos diversos por reconducirme fracasaron uno tras otro, ante un Floren exultante y asertivo. Varias veces insinuaron que me aplicarían “el tratamiento”, que me iría muy bien... que en “otros casos”..., pero yo respondía desafiante que al día siguiente ya no estaría, que como no fuera por correo...

Esa noche cené muy apartado en el comedor entre miradas condenatorias y cuchicheos insidiosos. Me serví caldo, pizza, infusiones... Pero de pronto sentí que la cabeza me pesaba. La luz, aunque encendida, se apagaba en mi percepción, caía por una especie de túnel lleno de sonidos tintineantes, estrellitas... la lengua, como de trapo, crecía, crecía...
Cuando desperté no me podía mover. Aunque muy atontado me di cuenta de que estaba en la sala de Megamami, tumbado como la vez anterior en su regazo, pero en esta ocasión nada de ropa se interponía entre mis nalgas y sus manos. Otras manos me aprisionaban rotundamente. Entonces percibí un movimiento y una respiración por detrás y vi la enorme silueta de Nelson con algo cilíndrico y enorme en su mano. “El tratamiento, el tratamiento” oí esta vez nítidamente y por un momento el tiempo se congeló con todo su espanto. Como en cámara lenta vi cómo se aproximaba hacia mis posaderas un enorme objeto similar a un falo desproporcionado de color rosa...

-No temas- musitó Mami, o tal vez Megamami.
-Ya verás como el cuarzo rosa en el chakra inferior te reequilibra, te hace bueno-

-¡No, no!. ¡Soltadme, brujas malditas!– chillé aterrorizado.

El alarido fue tan terrorífico que tal vez Nelson debió dudar sobre si obraba bien. Entonces fue mi oportunidad. Sentí una fuerza brutal que me permitió sacudir una de mis piernas la cual chocó contra algo blando. Oí un crujido y un chillido infernal e interminable:

-Mi nariz, mi nariz- gimió algo o alguien.
Mi codo también estuvo certero y se abrió paso entre carne sollozante. Entonces, una fuerza brutal a modo de tsunami me sacudió desplazándome contra la pared en la que reboté como un muñeco de trapo obsoleto y herido. Pero pienso que el pánico, el puro instinto de supervivencia, anestesió mis costillas y activó mis piernas, las cuales autónomamente a mi cerebro emprendieron una búsqueda frenética de puerta por la que escapar, mientras mis manos subían como podían el pantalón.
Corrí, corrí durante cientos de metros como nunca lo había hecho hasta caer agotado en un campo de hierba.

Debió pasar una hora hasta que decidí seguir caminando casi en la oscuridad. Unas luces móviles me hicieron entender que la carretera estaba cerca. Una gasolinera, un camionero que se apiadó de mi lamentable aspecto y accedió a llevarme a Barcelona. La sola idea de volver a por el coche y enfrentarme a aquella gente me aterrorizaba. Mañana pensaría de forma más fría.
Al día siguiente me plantee mil posibilidades, denuncias, etc. Finalmente decidí enviar a unos amigos con el encargo de recoger el coche y mis cosas.
Ellos, un poco reticentes, accedieron entre risas incrédulas. En Chicorystán no encontraron ninguna oposición, sino que todos se mostraron preocupados por mí. Se manifestaron muy sorprendidos de mi actitud y agresividad ya que aseguraron que había herido a alguien. Cenicienta le entregó a uno de mis amigos la tarjeta de un psiquiatra, con la recomendación que me cuidase y solicitase ayuda.
Mami y Megamami no aparecieron en ningún momento. Desde luego mis enviados vieron todo muy normal y bromearon jocosos sobre lo que me había tomado o fumado en la última cena... En fin. Decidí echar tierra sobre el asunto, pero ahora quizá como terapia ante lo no resuelto me he visto inclinado a compartir esta experiencia con vosotros. Espero que os haya sido de utilidad.

FIN

Cuento didáctico humorístico para comprender mejor la esencia Chicory en Terapia Floral del Dr. Bach.(Flores de Bach). Por Ricardo Orozco

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