Vacaciones en
Chicorystán (Cuento didáctico humorístico)
Todo empezó una
calurosa mañana de agosto. Era, como para muchos el comienzo de las vacaciones.
Ese año había decidido quedarme en casa y, contrariamente a otros años, había
dispuesto poner un poco de orden en mis asuntos domésticos y
profesionales..."
Mi nombre es Florencio
Vidal. Soy fisioterapeuta y desde siempre me han atraído las terapias
naturales: las flores de Bach, homeopatía, reiki, etc. Tengo 35 años y en este
momento no tengo pareja. Me interesa todo lo que tenga que ver con el
crecimiento personal.
Nací en Barcelona y
vivo y trabajo aquí. Me defino como un chico normal, aunque algo tímido e
introvertido, con algunos problemillas de comunicación.
Soy un fan de vuestro
boletín y he aprendido muchas cosas de él, aunque no conozco prácticamente las
flores. Las he tomado un tiempo y me fueron bien. Creo que me dijeron que era
Mimulo o Ceratostigma, o tal vez Brote de Castaño o algo así.
He leído en algunas
revistas y periódicos, que la gente cuenta sus experiencias y vivencias
relativas a sus viajes estivales. A veces son positivas y otras no tanto pero,
en cualquier caso sirven para animar o prevenir a otras personas. En suma, todo
constituye un aprendizaje que es para lo que hemos venido a este mundo, ¿no os
parece?. Así, que he debido vencer mi miedo inicial a posibles represalias y os
ofrezco mi testimonio.
Todo empezó una
calurosa mañana de agosto. Era, como para muchos el comienzo de las vacaciones.
Ese año había decidido quedarme en casa y, contrariamente a otros años, había
dispuesto poner un poco de orden en mis asuntos domésticos y profesionales. En
fin, ya se sabe, "cosas de utilidad". A los pocos días me dí cuenta
de la cruda realidad: una suerte de inercia de "chico malo", me
llevaba a dormir demasiado y permanecer aletargado en algunos automatismos
bastante reprochables: televisión, cerveza, más televisión, vídeos... Ni
siquiera el best seller del Swami Marikananda titulado"Libera tu mariposa
interior" Ed. Caricias, Barcelona, 1996; me interesó lo más mínimo, sino
que por el contrario me sumió en la perplejidad.
Un día leí en un Cuerpo
Miente un anuncio que podía cambiar mi vida y ayudarme a salir del círculo
vicioso en el que me encontraba: la oferta decía más o menos así:
<<Déjate cuidar. Dale sentido a tus vacaciones. En un marco natural de
incomparable belleza, encuéntrate a ti mismo. Disfruta de nuestro taller
vivencial de amor y autoestima: actividades al aire libre, talleres,
conferencias, etc. Impartido por grupo EMA>> Nunca había oído al
mencionado grupo, pero después de una corta reflexión me decidí a llamar, al
fin y al cabo no era mala idea combinar vacaciones en el campo con alguna
actividad de provecho. EMA significa El Mimo Acogedor, con sede en Chicorystán,
a 60 km de Barcelona.
Al precio parecía
razonable y enseguida me enviaron por fax un plano detallado para acceder a la
casa, ya que se trataba de un sitio apartado. "Mejor", pensé para mis
adentros.
Como soy despistado por
naturaleza no me resultó fácil llegar. En realidad ellos (o mejor debería decir
ellas) se ofrecieron a recogerme en algún punto del recorrido o incluso en
Barcelona, pero yo decidí ser autosuficiente. Además no quería depender de
nadie para mi regreso.
Si bien en el mapa la
avenida de los Mártires del Sacrificio venía bien señalizada, la urbanización
No me Olvides quedaba en un galimatías de cuestas y curvas, por lo que decidí
llamar desde el móvil. A los 5 mimutos un todoterreno con tres mujeres en su
interior aparcó junto a mi coche: la cosa no empezaba mal.
-Cariño, pobrecito, ¿lo
has pasado demasiado mal?- me preguntó estampando dos sonoros besos en mi cara.
-Eh... No...- contesté
algo aleladamente.
La familiaridad y
cordialidad en el trato me sorprendió un poco pero no me produjo rechazo...
todo parecía muy natural.
-Yo soy Mami- se
presentó la que parecía llevar la voz cantante.
Se trataba de una mujer
de unos 50 años, bastante entrada en carnes, y con una sonrisa que me pareció
algo extraña. Sus dos acompañantes, más jóvenes, reían y asentían con bastante
pleitesía cada cosa que Mami decía. Una de las "ayudantes" subió a mi
coche y seguimos el de Mami. No habrían pasado más de 30 segundos cuando mi
acompañante preguntó:
¿Qué te parece?
-El qué?>>
contesté .
-Ella-.
Ese Ella sonó de una
forma especial, como si de pronto hubiera sacado una enorme pancarta, como si
se estuviera refiriendo a una deidad. -No sé, me parece agradable, todavía no la conozco-
Como no quería parecer receloso no añadí nada más.
-Es que Ella es tan divina, tan perfecta, me ha ayudado tanto...- añadió mientras ponía sus ojos casi en blanco y juntaba sus manos en actitud reverencial.
-Sin Ella y Megamami no sé que sería de mí. –
-¿Megamami?- inquirí curioso.
-Sí, es nuestra guía,
nuestro guru, EL AMOR encarnado-.
Algo se interrumpió en
mí. "¿No será una secta?" me pregunté preocupado. Pero decidí
posponer mis reparos hasta sacar una conclusión propia. Al fin y al cabo, era
muy posible que mi acompañante estuviera un poco confundida, ya me entendéis.
Al poco apareció la
casa. Se trataba de una construcción antigua pero muy señorial. El acceso
estaba jalonado de mimosas y flores, muchas flores...
-¡Deprisa, deprisa,
querido!…- suspiró Mami algo imperativamente mientras estiraba de mi brazo
hacia un pequeño despachito.
-Dentro de poco será La
Plegaria-
Una chica joven y muy
delgada, que llamaremos Cenicienta nos recibió con voz tenue y entrecortada.
Sin duda Mami imponía.
-¿Qué significa, La
Plegaria? Inquirí algo inquieto. Porque yo… lo que se dice religioso…- Bajé
mucho el tono de esta segunda frase, como si estuviese revelando algo indigno,
en cierta forma pecaminoso.
–No tontito- dijo Mami
mientras acariciaba maternalmente mi espalda.
–Es una meditación
guiada que hacemos todos los días. Ya verás lo bien que te sientes-Cenicienta sonreía tímidamente y agitaba la cabeza afirmativa y rápidamente, como si de un ejercicio de aerobic se tratase.
-¡Rápido! Ordenó Mami.
-Explícale a Floren
todo lo que necesita saber- espetó.
-Tendrás que
perdonarme, añadió girando su cabeza hacia mí, pero debo preparar la ceremonia.
En esta casa todo lo tengo que hacer yo- sentenció con un gesto desdeñoso pero
sin perder la sonrisa.
“Floren”… Desde que era
un niño nadie me llamaba así. De hecho sólo mi madre, que en paz descanse,
utilizaba esta forma de abreviar un nombre algo rimbombante como Florencio. De
alguna manera aquel niño inquieto y triste fue convocado en ese momento. Una
sensación de nudo melancólico tomó posesión de mi garganta por algunos
segundos… Fue la tenue voz de Cenicienta la que me trajo de nuevo a la
realidad.
–Esto es una gran
familia. Aquí tienes, Florencio, entera libertad para hacer lo que quieras,
pasear, meditar. No estás obligado a participar en ninguna actividad que no
quieras…- Cenicienta dejó de hablar haciendo una pausa misteriosa, para añadir
con gran pasión y casi bordeando el llanto:
-Pero es que Mami y Megamami…
¡Han puesto tanto amor en este proyecto!-
La habitación era
confortable, sencilla pero agradable y cómoda. Me estiré un momento en la cama
mientras ojeaba un tríptico del grupo EMA (El Mimo Acogedor) y el programa de
actividades. Verdaderamente no podían pretender que uno estuviese presente en
todas ellas. Al menos parecía incompatible con un programa mixto de “pulular a
mi aire, picoteando algo de la oferta”.
Hasta donde recuerdo
era más o menos así:
* 8:00 hs plegaria.
* 9:00, desayuno.
* 10:00 a 12:00: Libera
la Flor de tu Niño Interior (taller vivencial al aire libre).
* 12:00: De la Mano con
Mami… sabrás lo malo que es papi (asesoría emocional personalizada).
* 13:00 a 13:15:
Actividad libre supervisada.
* 13:15 a 14:00 Te lo
digo por tu bien (conferencia a cargo de Megamami).
* 14:00 hs: Comida.
* 15:00 hs: A la cuna
con Mami (relajación guiada por Mami).
* 16:00 hs. Caminando
con el corazón en la mano (excursión al campo).
* 18:00 hs. Teatro
Terapéutico: La Casa de Bernarda Alba.
* 20:00 hs.¿Cómo te
sientes? (taller de llanto guiado).
* 20:30 hs. Plegaria.
* 21:00, hs.Cena.
* 22:00 hs:
Charla-Presentación del libro de Megamami: Yo sí que sé lo que te conviene”.(Dil
Cuore Editores). La verdad que el programa no era lo que pensaba. Encontré todo un poco (tal vez demasiado) reiterativo. Además, parecía como una especie de club de dependencia emocional. Yo esperaba algo como Tai Chi, respiración, más meditación, no sé... De cualquier forma, pensé, siempre podría ir a mi aire. El entorno paisajístico era bellísimo, el aire puro. Sin duda conocería gente más afín con mi manera de ser.
Unos enérgicos golpes
en la puerta interrumpieron mis reflexiones:
-Floren, cariño, ¿Estás
bien?- Era Mami en persona que me abrazó con fuerza a la vez que estampaba dos sonoros
besos en mis mejillas. –Eh… sí…- respondí con falso aplomo.
-¡Vamos, que llegamos
tarde a la plegaria!
-Es… que yo… preferiría…-
balbuceé con poca convicción
-¡Vamos!- repitió arrastrándome
del brazo.
Un grupo de personas
bastante variopintas aguardaban en círculo cogidas de la mano. Entonces la vi.
Ya había visto su foto en varios sitios de la masía: Era Megamami. Pesaría no
menos de 150 kg. Excesivamente maquillada con un gran moño coronando su cabeza.
Rondaría los 70 años. De pronto me di cuenta que descansaba sobre una silla de
ruedas. Enormes michelines cubiertos de ropa sobresalían tabicados por el frío
acero de la silla, formando una extraña amalgama. Sentí una enorme compasión
por aquella venerable mujer. Sobre todo cuando con una voz sin oxígeno y una
acogedora sonrisa me hizo aproximarme a ella y cogió mis manos poniéndolas
sobre su corazón. Bueno, sobre sus enormes pechos, diría para ser más exacto.
-Bienvenido, Floren, a
mi casa, tu casa… Te lo digo con el corazón en la mano.
-Gracias, Megamami-
contesté de forma reverencial, consciente de que todos me observaban con
expectación y envidia.
Mami aprobó con un
triunfal gesto de orgullo. Fui situado entre dos asistentes y cogí sus manos
mientras me sonreían afablemente. Bajaron las luces hasta una penumbra muy
cálida. Entonces percibí el agradable olor del incienso. Al poco una especie de
lamento, que adiviné proviniente de donde Megamami estaba, fue subiendo de tono
hasta que percibí lo siguiente: Mmmm mmmm mami padme hum…. Sin duda un mantra que
todos empezamos a repetir.
La ceremonia duró algo
así como media hora. Al final, Mami se acercó y me dijo agitada:
–Lo he visto-
-¿Qué?- inquirí
inquieto.
-Tienes un gran poder
dentro de ti. Eres de los nuestros. ¿Pero no lo sabías?...-
-No… Pero ¿Cómo?.
-Ya se que es increíble
pero nos conocemos de otra vida-
¿Quéeeee?
Mi estupefacción iba en
aumento, al mismo tiempo que un frío polar empezaba a subirme por la espalda.
-Sí.Sí…Lo sabes…- Eras
un sumo sacerdote egipcio- ¡Es muy fuerte!.. Yo… soy…Tu mujer… -
-Tienes un gran poder y
un gran amor- prosiguió tocando mi pecho. ¡Tienes que sacarlo, ayudar a la
gente!-
-Peerooo cómo, si yo…-
-Si, siii, cariñito, yo
te ayudaré. Será muy fácil. Eres especial. Esta circunstancia se da una vez
entre un millón. Confía. Ya verás cuando Megamami lo sepa… Bueno, seguro que ya
lo sabe-
No recuerdo qué pasó
entre esta revelación y el verme sentado en la mesa, donde todos comían animadamente,
entre risas y palabras.
Volví a sentirme como
el Floren aquel de la infancia. Mami me acariciaba la nuca y ponía comida en mi
plato y en ocasiones llevaba el tenedor a mi boca.
Al poco estaba saciado,
pero Mami hacía que ya fuera por el tercer trozo de pastel de chocolate.
-Lo he hecho yo…Con todo
mi amor. Para ti, Floren…-
Todavía estaba
estupefacto por el episodio anterior. Una mezcla de miedo y alegría se
alternaban en mi interior en extraña combinación. Sentía como si la vida fuera
diferente a partir de ahora. Tal vez tenía una misión…
-Es mejor que
descanses, Floren. Son demasiadas emociones para un solo día- dijo Mami
solícita.
Me acompañó hasta la
habitación despidiéndose de mí afectuosamente. Estaba casi dormido, cuando se
abrió la puerta lentamente. Hice ver que dormía pero con los ojos entreabiertos
pude ver la voluminosa silueta de Mami ajustándome bien la manta, a la vez que
me susurraba al oído:
-Duerme, amor, que
sueñes con los angelitos-
Intenté reflexionar
sobre todo lo que había pasado, pero un dulce sueño fue meciéndome y tomando el
mando de mi persona. Por el hilo musical se oía aquella vieja melodía… Oh,
mami, oh, mami mami blu…oh mammi blu…oh, mammi…
En los días sucesivos
los acontecimientos se precipitarían ominosa y dramáticamente.
Si bien los cuidados de
Mami me confortaron en un primer momento, su insistencia en ocuparse tanto de
mí me desconcertó. Creo que el hecho de hacerme sentir, después de su “conexión
con otras esferas”, especial (nada menos que un sacerdote egipcio), me sacó de
mi propio anonimato para percibirme, por un momento, importante. Otra forma de
decir que halagó mi mermada autoestima, pero al mismo tiempo me hizo sentir
como si hubiera firmado con ella una especie de documento inalterable, algo así
como un contrato en exclusiva de mejora personal que le otorgara la
exclusividad de dirigirme y supervisarme de forma asfixiante.
-Floren, decididamente te
veo muy desmejorado, hijito-
-Peroooo...-
-Sí, Floren sí... Estás
extremadamente delgado-
-¡Si me sobran lo menos
8 kilos!-
-No, Floren, no. Yo sé
lo que es bueno para ti-
Mi desconcierto inicial
fue seguido de un arrebato épico de heroísmo. Sólo me permitiría uno definitivo
varios días después, pero no quiero alterar la cronología de los
acontecimientos.
-¡Ni hablar, no, no,
no. No pienso volver a Barcelona RODANDO!- dije chillando como no recuerdo haberlo
hecho antes en mi vida.
Un silencio frío y
espantoso llenó la habitación. Tal vez no duró más de un segundo. La voz de
Mami sonó como una detonación seca, metálica, preñada de un mensaje que
anunciaba el fuego y el apocalipsis:
-A Megamami no le va a
gustar- sentenció.
Acto seguido abandonó
el pequeño recinto donde estaba con rapidez. Si bien me sentí mejor después del
desplante, al poco una tristeza culposa se apoderó de mí por completo. Un nudo
amargo y cruel estrechó mi garganta pecadora. Al fin y al cabo, son amorosas,
pensé. Podría haberme negado de forma más cortés. Debería ponerme en su lugar.
Bueno, me disculparé, ¡Si señor! ¡Me comportaré como un caballero!
Sin embargo, no vi a
Mami en la mesa. Los compañeros me miraban recelosos y rehuían el contacto
directo conmigo. Finalmente, una de las chicas que acompañaban a Mami en el
todoterreno del primer día vino sonriente hacia mí, cosa que me produjo un
alivio inmediato.
-¿Qué ha pasado,
Floren?- su cara se puso tensa y seria.
-¿De qué?- contesté un
poco temeroso.
-Con Mami, Floren, con
Mami- musitó.
-Nada, simplemente le
he dicho que no quería engordar... más-
-Le has hecho mucho
daño. Verás, Mami está muy delicada del corazón.Ahora mismo está llorando y
tenemos miedo de que se le agrave la angina de pecho que sufre- dijo, como si
de la lectura televisiva de un parte médico fatal se tratase.
Mi sensación de culpa
fue tan fuerte que solo atiné a pensar “Floren chico, ¡La has cagado!,
verdaderamente”.
-No.... era ... mi....
intención... ehnnn....- Balbuceé al borde del llanto.
-Pero es que ella lo da
todo por los demás-
-Mmmmm- gimoteé.
-Me disculparé. Comeré
más. Me comeré todo- dije llorando.
-Bueno, Floren, veo que
tu arrepentimiento es sincero, tal vez ella te pueda perdonar- dijo
piadosamente.-Gracias, gracias- suspiré enjugándome las lágrimas.
Mami asistió a la
plegaria, aunque se mantuvo alejada de mí. La miré varias veces buscando el
perdón, pero ella se llevó la mano al corazón moviendo la cabeza negativa y
moribundamente. Después de la ceremonia, Cenicienta me dijo que Megamami quería
hablar conmigo.
La habitación era
grande y acogedora. La luz, tenue y tamizada, corría a cargo de algunas
lámparas de sal y velas, muchas velas... Ella estaba sentada en un gran sofá
como turco, indio, no sé. Sin la silla de ruedas del primer día... Su silueta
enorme se agigantaba todavía más por la penumbra. El aroma a incienso era
contundente...
-Hijo, qué alegría,
acércate- susurró en un gemido asmático casi inaudible.
A una señal, un
sirviente africano enorme y musculoso cogió mi hombro desde las alturas y me
condujo hasta la deidad viviente.
-Hola, Megamami-
susurré entrecortadamente.
En ese instante viajé
en la línea del tiempo al pasado. Haría 30 años de esto. Estaba frente a mi
maestra, lloroso y atemorizado, acusado de haber pegado a otro niño. La
señorita, seria, estaba a punto de emitir una sentencia seguramente
condenatoria... Recuerdo el corazón latiendo desenfrenado, el aire colándose a
raudales por mi nariz, la boca, un sabor metálico....
-Ven corazón- dijo
amorosamente.
Entonces me reclinó
estirado boca abajo sobre sus piernas y mientras con una mano me acariciaba la
cabeza, con la otra me daba suavemente en las nalgas.
Oí algún movimiento por
detrás. El sirviente, a quien denominaremos Nelson, hablaba con alguien. Creí
escuchar una palabra apenas esbozada, algo así como ¿“tratamiento”?. Megamami
contestó suavemente: -No, aún no-.
Después de la “sesión” me
retiré a la habitación en un estado de paz y relax indescriptible. Cuando entré
en el cuarto percibí la presencia de Mami. Me ayudó a desnudarme y me metió en
la cama. Apenas me llamó la atención percibir mis manos y pies como si fueran
pequeños, como si hubiese menguado, retrocedido a la infancia.
Sentí a Mami tierna,
como un enorme globo de humanidad perfumado, entrañable y protector. El sueño
sobrevino enseguida.
El día siguiente fue
complicado. Mami no me dejó ni un instante, me estuvo reprochando continuamente
lo que había hecho y no supe negarme a ninguna de las actividades terapéuticas
que me propuso: llantos guiados, lecturas de vidas pasadas, relajaciones,
regresiones, visualizaciones, etc. Al final estaba tan agobiado como en la
mili, aunque sin gritos, claro. La verdad que no tuve mucho tiempo para pensar.
Al otro día me levanté
de muy mal humor, al fin y al cabo yo no había venido para que me hiciesen
ninguna terapia, sino más bien en busca de un entorno apacible para descansar,
reordenar mis pensamientos, pensar en nada quizás. En este contexto, algo de
intimidad era más que deseable. Finalmente comprendí que nada de eso era
posible en Chicorystán: todo debía ser hecho en grupo y eran ellas las que
pensaban y decidían por uno. Si no llorabas continuamente y te abrazabas con
todos como si no los vieras desde hacía 40 años, sin duda eras un ente frío y
psicopático, probablemente un engendro expulsado de una galaxia extraña y
gélida. Pero la gota que colmó el vaso fue cuando empezaron a explicarme que en
realidad entre nosotros había gente de otro planeta (naturalmente más
evolucionado), dispuesta a ayudar, que canalizaban, que a lo mejor estaban más
cerca de lo que creíamos, quizá ellos mismos, un plan de salvación... Decidí
entonces que la historia había llegado demasiado lejos. Desde luego, si el
tratamiento hubiera sido contra la inseguridad había funcionado, porque me
sentía capaz de cantarles cuatro cosas...
Así que todo el día
siguiente me mostré hosco y contestatario. Los intentos diversos por
reconducirme fracasaron uno tras otro, ante un Floren exultante y asertivo.
Varias veces insinuaron que me aplicarían “el tratamiento”, que me iría muy
bien... que en “otros casos”..., pero yo respondía desafiante que al día
siguiente ya no estaría, que como no fuera por correo...
Esa noche cené muy
apartado en el comedor entre miradas condenatorias y cuchicheos insidiosos. Me
serví caldo, pizza, infusiones... Pero de pronto sentí que la cabeza me pesaba.
La luz, aunque encendida, se apagaba en mi percepción, caía por una especie de
túnel lleno de sonidos tintineantes, estrellitas... la lengua, como de trapo,
crecía, crecía...
Cuando desperté no me
podía mover. Aunque muy atontado me di cuenta de que estaba en la sala de
Megamami, tumbado como la vez anterior en su regazo, pero en esta ocasión nada
de ropa se interponía entre mis nalgas y sus manos. Otras manos me aprisionaban
rotundamente. Entonces percibí un movimiento y una respiración por detrás y vi
la enorme silueta de Nelson con algo cilíndrico y enorme en su mano. “El
tratamiento, el tratamiento” oí esta vez nítidamente y por un momento el tiempo
se congeló con todo su espanto. Como en cámara lenta vi cómo se aproximaba
hacia mis posaderas un enorme objeto similar a un falo desproporcionado de
color rosa...
-No temas- musitó Mami,
o tal vez Megamami.
-Ya verás como el
cuarzo rosa en el chakra inferior te reequilibra, te hace bueno--¡No, no!. ¡Soltadme, brujas malditas!– chillé aterrorizado.
El alarido fue tan terrorífico que tal vez Nelson debió dudar sobre si obraba bien. Entonces fue mi oportunidad. Sentí una fuerza brutal que me permitió sacudir una de mis piernas la cual chocó contra algo blando. Oí un crujido y un chillido infernal e interminable:
-Mi nariz, mi nariz-
gimió algo o alguien.
Mi codo también estuvo
certero y se abrió paso entre carne sollozante. Entonces, una fuerza brutal a
modo de tsunami me sacudió desplazándome contra la pared en la que reboté como
un muñeco de trapo obsoleto y herido. Pero pienso que el pánico, el puro
instinto de supervivencia, anestesió mis costillas y activó mis piernas, las
cuales autónomamente a mi cerebro emprendieron una búsqueda frenética de puerta
por la que escapar, mientras mis manos subían como podían el pantalón.
Corrí, corrí durante
cientos de metros como nunca lo había hecho hasta caer agotado en un campo de
hierba.
Debió pasar una hora
hasta que decidí seguir caminando casi en la oscuridad. Unas luces móviles me
hicieron entender que la carretera estaba cerca. Una gasolinera, un camionero
que se apiadó de mi lamentable aspecto y accedió a llevarme a Barcelona. La
sola idea de volver a por el coche y enfrentarme a aquella gente me
aterrorizaba. Mañana pensaría de forma más fría.
Al día siguiente me
plantee mil posibilidades, denuncias, etc. Finalmente decidí enviar a unos
amigos con el encargo de recoger el coche y mis cosas.
Ellos, un poco
reticentes, accedieron entre risas incrédulas. En Chicorystán no encontraron
ninguna oposición, sino que todos se mostraron preocupados por mí. Se
manifestaron muy sorprendidos de mi actitud y agresividad ya que aseguraron que
había herido a alguien. Cenicienta le entregó a uno de mis amigos la tarjeta de
un psiquiatra, con la recomendación que me cuidase y solicitase ayuda.
Mami y Megamami no
aparecieron en ningún momento. Desde luego mis enviados vieron todo muy normal
y bromearon jocosos sobre lo que me había tomado o fumado en la última cena...
En fin. Decidí echar tierra sobre el asunto, pero ahora quizá como terapia ante
lo no resuelto me he visto inclinado a compartir esta experiencia con vosotros.
Espero que os haya sido de utilidad.
FIN
Cuento didáctico humorístico
para comprender mejor la esencia Chicory en Terapia Floral del Dr. Bach.(Flores
de Bach). Por Ricardo Orozco
No hay comentarios:
Publicar un comentario